miércoles, 9 de abril de 2014

TÚNEZ POSREVOLUCIÓN. EN BARCO HACIA LAS ISLAS KERKENNAH


Me decidí por visitar estas islas pues antes de ir, encontré opiniones sobre ellas del siguiente estilo:
… “paraíso para el reposo”,
“ quien busque lujo y ocio no los encontrará aquí”,
 “monotonía del paisaje”,
 “silencio y tranquilidad”,
 “ausencia de vida nocturna”,
 “un auténtico coñazo”,
 “quietud salada”
Etc.
 Parecía una especie limbo; perfecto para mí.
 Una vez en la sala de espera del puerto me siento enfrente de la tele y un tunecino con mono de trabajo de algo parecido a marinero, gorro de lana y mayor que yo se sienta a mi lado:
-¿Entiendes qué dice esa mujer?
 Señala la tele, una mujer es entrevistada con unos campos de cultivo a su espalda. Intento comprender algo.
-No, no la entiendo.
-Dice que ella es pobre, que tiene mucha tierra y trabaja mucho, pero aún así es pobre, que debe ser la voluntad de Dios porque si no, no se lo explica…
 Es kerkeniano, pescador y se llama Hadi.
-Conozco a alguien de un hotel en las islas, puedo llamar para preguntar el precio.
 Dicho y hecho.
-Salamaleikum…
Pregunta por alguien y mientras lo localizan me dice:
-Es el hotel Nahla, es más barato que el Cercine –que es donde yo pensaba ir.
Cuelga y me da el precio de 33 euros al día pensión completa.
-Pero ahí no va incluida la cerveza- bromea.
 Después me dice que él va a beberse unas cuantas y se marcha.
-Nos vemos después.-me dice.
Me quedo solo y pienso que es demasiado dinero para mí. No es poco para un país como Túnez, decido averiguar un poco más y le pregunto al chico que me acaba de servir un bocadillo de tortilla, picante.
-El hotel Nahla es un cinco estrellas.- es lo que saco en claro.
Le doy vueltas porque si fuera un cinco estrellas de verdad no está mal del todo, pero no es mi estilo, –confieso sí haber estado en algún hotel de cinco estrellas en mi vida, pero apiadaros de mí, pagué la pena en penitencia de procesión y peregrinaje por mil hoteluchos o pensiones de mala muerte, algunos objetivamente terribles…
 El caso es que no es mi rollo, nunca lo ha sido; y no pienso empezar ahora, y encima yendo solo, si fuera con mi hija o con alguna –tristemente lejana e imaginaria- despampanante y seductora hurí  podría hasta pensármelo pero no me apetece meterme solo en un resort y no salir ni para comer. ¿Qué hago todo el puñetero día? ¿Lo que estáis pensando?
 Los profundos y resplandecientes ojos negros de mi hurí desaparecen de mi mente en cuanto Hadi vuelve algo borracho.
 Pero no desespero, estoy en Túnez, en un puerto, el sol de media tarde entra por las cristaleras, estoy sano, estoy libre, tengo en mi mano un billete de barco que vale unos veinte céntimos de euro para una travesía de una hora larga y tengo un simpático bebedor de cerveza a mi lado.
 -Ay- me dice- bebiendo cerveza pasa el tiempo y no me entero.
- Hay tiempo para todo. – no sé porque le digo eso- Hadi he mirado por Internet el hotel –le enseño mi móvil- y creo que no es para mí, creo que buscaré algo más barato.
-Bueno, ningún problema, si quieres te ayudo a eso, y si quieres buscarlo solo tampoco hay problema- me dice con una etílica sonrisa.- Nos vemos en el barco y hablamos.
El barco no es muy viejo y es grande, si tenemos en cuenta el precio de su pasaje hasta que flote es un milagro, embarca mucha gente, motos, coches y algunos camiones.
La línea plana de la no demasiado bonita costa de Sfax va haciéndose pequeñita y distante.



 Un barco que zarpa es una escena tan épica y tan romántica como la del tren que parte de la estación.
 Romántica porque el movimiento sugiere directa e inmediata esperanza. Tal vez algo vaya  a pasar.
 Épica, porque se instala en la boca del estómago una tal vez no demasiado clara, ambigua, incertidumbre.
 La esperanza suele acabar ganando la batalla.
 La necesitamos realmente para seguir de fiesta en este continuo valle de lágrimas.
 La incertidumbre también es necesaria para darle cabida, para hacerle hueco y darle una oportunidad
 Creo que nuestros ancestros ya funcionaban así, el movimiento no era una mala garantía de supervivencia, al menos lo es algo más que quedarte viéndolas venir y morirte de asco.

El mar en calma y una melancólica neblina hacen que la fea –digamoslo de una vez por todas- y pavorosa costa que se deja atrás parezca hasta bella.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario